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Enviado por ira077



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CULTERANISMO Y
CONCEPTISMO

La retórica barroca puede sintetizarse en la
coexistencia de dos corrientes: el conceptismo y el culteranismo.
Aunque generalmente suele afirmarse que se trata de dos estilos
opuestos, lo cierto es que los dos buscan la complicación
formal. El culteranismo intensifica los elementos sensoriales
preocupado por el preciosismo y la artificiosidad formal a
través de la metáfora, la adjetivación, el
hipérbaton forzado o los efectos rítmicos y
musicales del lenguaje; a
esta tendencia pertenecen Luis de Góngora y Pedro Soto de
Rojas. La crítica señala como ejemplo más
significativo del culteranismo la Fábula de Polifemo y
Galatea de Góngora, en cuya primera estrofa aparecen todos
los procedimientos
culteranos:

Era de mayo la estación florida

en que el mentido robador de Europa

—media luna las armas en la
frente

y el sol todos
los rayos de su pelo—,

luciente honor del cielo,

en campos de zafiro pace estrellas.

El conceptismo debe su nombre a los Conceptos
espirituales (1600-1612) de Alonso de Ledesma. Su juego formal
se basa en la condensación expresiva y para ello se sirve
de la polisemia, las elipsis, las oposiciones de contrarios o
antítesis, las
paradojas, todo lo que exija una agudeza conceptual y cuenta
entre sus principales representantes a Francisco de Quevedo, Luis
Vélez de Guevara y su El diablo cojuelo, la prosa de tipo
moralista y satírico de Baltasar Gracián y autores
de empresas o
emblemas (véase Alegoría) como Diego de Saavedra
Fajardo (1584-1648). En teatro, sobresale
Pedro Calderón de la Barca, especialmente por La vida es
sueño y El gran teatro del mundo,
donde se entrelazan concepto y
juego verbal.
El tema del sueño y la duda sobre los límites
entre apariencia y realidad permiten aproximar a Calderón
con el dramaturgo inglés
William Shakespeare. El
conceptismo valora laconismo, por eso, a veces, se ha confundido
con claridad estilística y precisión, algo de lo
que carece por completo, como puede verse en la frase de
Gracián característica de este estilo: "Lo bueno si
breve, dos veces bueno", que como se ve es ingeniosa pero ni
precisa ni clara.

PROYECCIÓN
DEL BARROCO

Mención aparte merece la proyección del
barroco en la
generación del 27, año del tricentenario de
la muerte del
poeta Luis de Góngora. Dámaso Alonso dedicó
gran parte de su vida al estudio del poeta cordobés y
Federico
García Lorca le consagró una magnífica
conferencia
titulada "La imagen
poética de don Luis de Góngora". Gerardo Diego
recuperó a los poetas Bocángel Unzueta y Pedro de
Medina Medinilla. Luis Rosales, al conde de Salinas (1564-1630) y
a Juan de Tasis, conde de Villamediana (1582-1622). Éste
último, además de Góngora, figura entre los
autores citados con frecuencia por el cubano José Lezama
Lima. Otro cubano, Severo Sarduy, fue el creador del
término neobarroco para designar, si no un regreso, una
prolongación del barroco en el
siglo XX. En 1868 un político conservador y brillante
articulista, Francisco Silvela, se burlaba de los cursis y de los
neoculteranos, aludiendo a quienes se valían de un
lenguaje
pretencioso para decir cosas que podían comunicarse de
manera más sencilla.

LECTURA BARROCO

Poema [47] extraído de Poesía
lírica.

De sor Juana Inés de la Cruz.

LABERINTO ENDECASÍLABO

para dar los años la excelentísima
señora condesa de Galve al excelentísimo
señor conde, su esposo. (Léese tres veces,
empezando la lección desde el principio o desde
cualesquiera de las dos órdenes de rayas.)

Amante, —caro—, dulce esposo
mío,

Festivo y—pronto—tus felices
años

Alegre—canta—sólo mi
cariño,

Dichoso—porque—puede
celebrarlos.

Ofrendas—finas—a tu obsequio
sean

Amantes—señas—de fino
holocausto,

Al pecho—rica—mi corazón,
joya,

Al cuello—dulces—cadenas mis
brazos.

Te enlacen—firmes, —pues mi
amor no
ignora,

Ufano—siempre, —que son a tu
agrado

Voluntad—y ojos—las mejores
joyas,

Aceptas—solas, —las de mis
halagos.

No altivas—sirvan, —no, en
demostraciones

De ilustres—fiestas, —de
altos aparatos,

Lucidas—danzas,
—célebres festines,

Costosas—galas—de regios
saraos.

Las cortas—muestras de—el
cariño acepta,

Víctimas—puras de—el
afecto casto

De mi amor,
—puesto—que te ofrezco, esposa

Dichosa, —la que,
—dueño, te consagro.

Y suple, —porque—si mi
obsequio humilde

Para ti, —visto, —pareciere
acaso,

Pido que, —cuerdo, —no
aprecies la ofrenda

Escasa y—corta, —sino mi
cuidado.

Ansioso—quiere—con mi propia
vida

Fino mi—amor—acrecentar tus
años

Felices, —y yo—quiero; pero
es una,

Unida, —sola, —la que anima a
entrambos.

Eterno—vive: —vive, y yo en
ti viva

Eterna, —para
que—identificados,

Parados—calmen—el amor y el
tiempo

Suspensos—de que—nos miren
milagros.

Fuente: Juana Inés dela Cruz, Sor. Poesía
lírica. Edición de José Carlos
González Boixo. Madrid: Ediciones Cátedra,
1992.

Romanticismo (literatura), movimiento
literario que dominó la literatura europea desde
finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX. Se caracteriza
por su entrega a la imaginación y la subjetividad, su
libertad de
pensamiento y
expresión y su idealización de la naturaleza. El
término romántico se empleó por primera vez
en Inglaterra en el
siglo XVII con el significado original de 'semejante al romance',
con el fin de denigrar los elementos fantásticos de
la novela de
caballerías muy en boga en la época.

ORÍGENES E
INSPIRACIÓN

Hacia finales del siglo XVIII los gustos literarios en
Alemania y
Francia se
alejan progresivamente de las tendencias clásicas y
neoclásicas (véase Clasicismo). Los autores
románticos encuentran su primera fuente de
inspiración en la obra de dos grandes pensadores europeos:
el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau y el
escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe.

El espíritu romántico

Fue precisamente Rousseau quien
estableció el culto al individuo y celebró la
libertad del
espíritu humano al afirmar "Siento antes de pensar".
Goethe y sus compatriotas, el filósofo y crítico
Johann Gottfried von Herder y el historiador Justus Möser,
incidieron en aspectos más formales, colaborando en una
serie de ensayos
titulados Von deutscher Art und Kunst (Sobre el estilo y el
arte
alemán, 1773), una obra en la que ensalzan el
espíritu romántico manifestado en las canciones
populares alemanas, la arquitectura
gótica y las obras de Shakespeare.
Goethe se propuso imitar la libertad estilística de
Shakespeare en su Götz von Berlichingen (1773), un drama
histórico sobre un caballero rebelde del siglo XVI. La
obra, que justifica la insurrección contra la autoridad
política,
inauguró el movimiento
literario conocido como Sturm und Drang (tormenta e impulso),
considerado como precursor del romanticismo
alemán. En esta tradición se inscribe
también la célebre novela de Goethe
Las desventuras del joven Werther (1779). Esta obra, que figura
entre las principales referencias del movimiento
romántico, exalta los sentimientos hasta el punto de
justificar el suicido por un amor no correspondido, y establece
un tono y un estado de
ánimo imitado por los autores románticos tanto en
sus obras como en su vida personal: una
tendencia al frenesí, a la melancolía, al
hastío del mundo y a la autodestrucción.

El estilo romántico

El prólogo a la segunda edición de las
Baladas líricas (1800), escrito por los poetas ingleses
William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge,
se considera el manifiesto literario del romanticismo. En
él se destaca la importancia del sentimiento y la
imaginación en la creación poética y se
rechazan las formas y los temas literarios convencionales. De
este modo, en el desarrollo de
la literatura romántica de todos los países
predomina la imaginación sobre la razón, la
emoción sobre la lógica
y la intuición sobre la ciencia, lo
que propicia el desarrollo de
un vasto corpus literario de notable sensibilidad y pasión
que antepone el contenido a la forma, estimula el desarrollo de
tramas rápidas y complejas y se presta a la fusión de
géneros (la tragicomedia y la mezcla de lo grotesco y lo
sublime), al tiempo que
permite una mayor libertad estilística.

Las convenciones clásicas, como las famosas tres
unidades de la tragedia (tiempo, espacio y
acción), cayeron así en desuso, y la creciente
demanda de
lirismo y espontaneidad, cualidades que los seguidores del
romanticismo encontraron en la poesía popular y los
romances medievales, generó un enorme rechazo de la
regularidad métrica, la rigidez formal y otros aspectos de
la tradición clásica. En la poesía inglesa
el verso libre sustituyó al pareado que dominó la
poesía del siglo XVIII. Los primeros versos del drama
Hernani (1830), obra del gran escritor romántico
francés Victor Hugo, se alejan de las normas de
versificación francesas del siglo XVIII, mientras que en
el prefacio a su Cromwell (1827), un documento crítico de
gran importancia en sí mismo, Hugo no sólo defiende
su ruptura con la estructura
dramática tradicional, sino que justifica además la
introducción del elemento grotesco en el
arte. Los
escritores románticos sustituyeron también a los
héroes universales de la literatura dieciochesca por
héroes más complejos e idiosincrásicos. Gran
parte del teatro, la novela y la
poesía romántica se entregan a la
celebración del "hombre
corriente" de Rousseau.

LOS GRANDES TEMAS ROMÁNTICOS

Con la difusión del movimiento romántico a
los demás países de Europa, ciertos
temas y actitudes, a
menudo entremezclados, se sitúan en el centro de las
preocupaciones de los escritores del siglo XIX.

Gran parte de los movimientos libertarios y
abolicionistas de finales del siglo XVIII y principios del
XIX tienen su origen en conceptos de la filosofía
romántica como pueden ser el deseo de liberarse de las
convenciones y la tiranía, y el gran valor de los
derechos y la
dignidad del ser humano. Del mismo modo que los temas racionales,
formales y convencionales característicos del neoclasicismo
estaban abocados al rechazo, los regímenes autoritarios
que favorecieron y auspiciaron este movimiento hubieron de
enfrentarse inevitablemente a importantes revueltas populares. La
política y
los temas sociales fueron claves en la poesía y la prosa
románticas en todo el mundo occidental, y fructificaron en
documentos
humanos, notables por su vigor y su vigencia en el mundo actual.
El año de 1848 estuvo marcado en Europa por el estallido
de graves revueltas políticas,
y la corriente romántica fluyó con fuerza en
Italia, España,
Austria, Alemania y
Francia.

En Guillermo Tell (1804), del dramaturgo alemán
Friedrich von Schiller, un oscuro montañés medieval
se convierte en símbolo inmortal de la lucha contra la
tiranía y el gobierno
extranjero. En la novela Los novios
(1827), del escritor italiano Alessandro Manzoni, una pareja de
campesinos derrota finalmente el feudalismo en el
norte de Italia. Lord
Byron y Percy Bysshe Shelley, que encarnan para los lectores de
poesía inglesa la figura del poeta romántico por
antonomasia (tanto en su estilo vital como en sus obras),
protestaron airadamente contra los males políticos y
sociales de la época y defendieron la causa de la libertad
en Italia y Grecia. El
poeta ruso Alexandr Serguéievich Pushkin, cuya
admiración por las obras de Byron es manifiesta,
alcanzó la fama con su 'Oda a la libertad' y como muchos
autores románticos fue perseguido por subversión
política y condenado al exilio.

El desencanto generalizado de los románticos con
la
organización social se plasmó a menudo en la
crítica concreta de la sociedad urbana.
La casa del pastor (1844), del poeta francés Alfred de
Vigny, manifiesta la convicción de que una morada humilde
posee más dignidad que un palacio. Anteriormente Rousseau
había afirmado que las personas nacen libres, pero la
civilización las encadena. Este sentimiento de
opresión se expresó con frecuencia en la
poesía, como revela la obra del visionario inglés
William Blake, quien en su poema 'Milton' (c. 1808) habla de los
"oscuros molinos satánicos" que comenzaban a desfigurar la
campiña inglesa; o el largo poema de Wordsworth El
preludio (1850), que alude a

"… las sofocantes y atestadas guaridas urbanas donde
el corazón
humano enferma".

Naturaleza

Uno de los rasgos principales del romanticismo fue su
preocupación por la naturaleza. El
placer que proporcionan los lugares intactos y la (presumible)
inocencia de los habitantes del mundo rural se observa por
primera vez como tema literario en la obra 'Las estaciones'
(1726-1730), del poeta escocés James Thomson. Esta obra se
cita a menudo como una influencia decisiva en la poesía
romántica inglesa y su visión idílica de la
naturaleza, una tendencia liderada por el poeta William
Wordsworth. El gusto por la vida rural se funde generalmente con
la característica melancolía romántica, un
sentimiento que responde a la intuición de cambio
inminente o la amenaza que se cierne sobre un estilo de
vida.

La pasión por lo exótico

Imbuidos de un nuevo espíritu de libertad, los
escritores románticos de todas las culturas ampliaron sus
horizontes imaginarios en el espacio y en el tiempo. Regresaron a
la edad media en
busca de temas y escenarios y ambientaron sus obras en lugares
como las Hébridas de la tradición ossiánica,
como en la obra del poeta escocés James MacPherson
(véase Ossián y baladas ossiánicas), o el
Xanadú oriental evocado por Coleridge en su inacabado
'Kubla Jan' (c. 1797). Una obra decisiva fue la
recopilación de antiguas baladas inglesas y escocesas
realizada por Percy Thomas; sus Reliquias de poesía
inglesa antigua (1765) ejercieron una influencia notable, tanto
formal como temática, en la poesía romántica
posterior. La nostalgia por el pasado gótico se funde con
la tendencia a la melancolía y genera una especial
atracción hacia las ruinas, los cementerios y lo
sobrenatural.

El elemento sobrenatural

El gusto por los elementos irracionales y sobrenaturales
figura entre las principales características de la
literatura inglesa y alemana del periodo romántico. Esta
tendencia se vio reforzada en un sentido por la desilusión
con el racionalismo
del siglo XVIII, y en otro por la recuperación de una
abundante cantidad de literatura antigua (cuentos
populares y baladas) realizada por Percy y los eruditos alemanes
Jacob y Wilhelm Karl (Grimm y el escritor danés Hans
Christian Andersen o el español
Gustavo Adolfo Bécquer, que tanto influyó en los
poetas hispanoamericanos. A partir de estos materiales
surge, por ejemplo, el motivo del doppelgänger (el doble).
Muchos escritores románticos, especialmente los alemanes,
se mostraron fascinados con este concepto, que en
cierto modo refleja la preocupación romántica por
la propia identidad. El
poeta Heinrich Heine escribió un poema apócrifo
titulado 'Der Doppelgänger' (1827); otra obra basada en el
mismo tema es El elixir del diablo (1815-1816), una novela corta
de E. T. A. Hoffmann; y lo mismo cabe afirmar de La
increíble historia de Peter Schlemihl
(1814), de Adelbert von Chamisso, un relato sobre un hombre que
vende su sombra al diablo. Mucho tiempo después el gran
maestro ruso Fiódor Mijáilovich Dostoievski
escribió su famosa novela El doble (1846), un estudio
sobre la paranoia de un modesto oficinista.

La coincidencia del periodo romántico con la
revolución
de independencia
en Hispanoamérica favoreció la importación y amplia difusión del
movimiento, pero no fue de "las ideas sino de los tópicos,
no del estilo sino de la manera, del subjetivismo sentimental".
Según un crítico moderno fue más un calco
que una ideología.

Los patriotas hispanoamericanos que vivieron en Londres,
a principios de
siglo, regresaron cargados de influencias y modelos. Las
señas de identidad del
romanticismo hispanoamericano fueron: nacionalismo,
exaltación de lo autóctono, lucha por la libertad,
denuncia social y moral.

El declive del romanticismo

Hacia mediados del siglo XIX el romanticismo comienza a
dar paso a nuevos movimientos literarios: los parnasianos y el
simbolismo en la poesía y el realismo y el
naturalismo en la prosa, pero siguió cultivándose
en toda Europa y América, sin su carga original audaz, como
un calco repetitivo y con gran éxito
de lectores.

EL ROMANTICISMO
ESPAÑOL

El romanticismo llega a España con
retraso con respecto al resto de los países europeos, y no
es particularmente fecundo. Su desarrollo está
condicionado por la situación política marcada por
el absolutismo de
Fernando VII. El erudito José Joaquín de Mora,
exiliado en Francia, envió a los Bochl de Faber
(véase Fernán Caballero), entonces en Cádiz
los primeros romances protorrománticos, y más
tarde, durante su exilio en Londres (1823), junto con
Alcalá Galiano y Blanco White, fue uno de los impulsores
del romanticismo español.
Tras la muerte del
monarca y el regreso de los exiliados se señala el
año de 1834 como fecha del triunfo del romanticismo en
España. Se estrenan entonces La conjuración de
Venecia, de Martínez de la Rosa, Macías de Larra y
se publican las Poesías
de Salas y Quiroga. Algunos críticos señalan el fin
del auge romántico en las letras españolas hacia
1844, año del estreno del Don Juan Tenorio de Zorrilla. El
principal exponente del romanticismo en España, que supo
sintetizar en su vida y su obra el espíritu
romántico, fue José de Espronceda, considerado por
algunos el primer gran poeta español moderno. Entre sus
principales obras cabe mencionar Poesías
(1840), donde reúne las composiciones realizadas hasta ese
momento, y El diablo mundo (1840).

LECTURA ROMANTICA

El pirata romantico

En este poema del escritor romántico
español José de Espronceda, el pirata aparece
representado como figura heroica. La imagen literaria
de la identificación entre el personaje y el propio barco
consigue en ocasiones desdibujar los límites
entre lo animado (el pirata) y lo inanimado (el bajel): la
embarcación tiene un nombre, el Temido, que en rigor es un
atributo humano.

"La canción del
pirata"

De José de Espronceda.

Con diez cañones por
banda,

viento en popa á toda
vela,

no corta el mar, sino vuela,

un velero bergantín:

bajel pirata que llaman

por su bravura el Temido,

en todo mar conocido

del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,

en la lona gime el viento,

y alza en blando movimiento

olas de plata y azul;

y ve el capitán pirata,

cantando alegre en la popa,

Asia á un lado, al otro
Europa,

y allá á su frente
Stambul.

«Navega, velero
mío,

sin temor,

que ni enemigo navío,

ni tormenta, ni bonanza

tu rumbo á torcer

alcanza ni á sujetar tu valor.

«Veinte presas

hemos hecho

a despecho

del inglés,

y han rendido

sus pendones

cien naciones

á mis pies.

«Que es mi barco mi
tesoro,

que es mi Dios la libertad;

mi ley la fuerza y el
viento,

mi única patria la mar.

«Allá muevan feroz
guerra

ciegos reyes

por un palmo mas de tierra:

que yo tengo aquí por
mío

cuanto abarca el mar
bravío,

y a quien nadie impuso leyes.

«Y no hay playa

sea cualquiera

ni bandera

de esplendor,

que no sienta

mi derecho,

y dé pecho

á mi valor.

«Que es mi barco mi
tesoro…

«A la voz de «¡barco
viene!»

es de ver

cómo vira y se previene

á todo trapo escapar;

que yo soy el rey del mar,

y mi furia es de temer.

«En las presas

yo divido

lo cogido

por igual:

sólo quiero

por riqueza

la belleza

sin rival.

«Que es mi barco mi
tesoro…

«Sentenciado estoy á
muerte!

yo me río:

no me abandone la suerte,

y al mismo que me condena,

colgaré de alguna
entena,

quizá en su propio
navío.

«Y si caigo,

¿qué es la vida?

por perdida

ya la dí,

cuando el yugo

del esclavo,

como un bravo

sacudí.

«Que es mi barco mi
tesoro…

«Son mi música
mejor

aquilones:

el estrépito y temblor

de los cables sacudidos,

del negro mar los bramidos

y el rugir de mis
cañones.

«Y del trueno

al son violento,

y del viento

al rebramar,

yo me duermo

sosegado,

arrullado

por el mar.

«Que es mi barco mi
tesoro,

que es mi Dios la libertad,

mi ley la fuerza y
el viento,

mi única patria la
mar.»

Fuente: Enseñat, Juan B. Lecturas literarias en
prosa y verso. París: Librería de la Vda. de C.
Bouret, 1908.

Renacimiento (arte y arquitectura), estilo artístico que se
manifiesta en pintura,
escultura y arquitectura en toda Europa aproximadamente desde
1400 hasta 1600. Los dos rasgos esenciales de este movimiento son
la imitación de las formas clásicas,
originariamente desarrolladas en la antigüedad griega y
romana, y la intensa preocupación por la vida profana que
se expresa en un creciente interés
por el humanismo y la
afirmación de los valores
del individuo. El renacimiento
se corresponde en la historia del
arte con la era de los grandes descubrimientos, impulsados
principalmente por el deseo de examinar todos los aspectos de la
naturaleza y del mundo.

Durante el renacimiento, los
artistas no eran considerados más que meros artesanos, al
igual que en la edad media,
pero por vez primera fueron vistos como personalidades
independientes, comparables a poetas y a escritores. Buscaban
nuevas soluciones a
problemas
visuales y formales, y muchos de ellos realizaron experimentos
científicos. En este contexto, se desarrolló la
perspectiva lineal, donde las líneas paralelas se
representan como convergentes en un punto de fuga. En
consecuencia, los pintores comenzaron a ser más exigentes
con el tratamiento del paisaje, por lo que prestaron mayor
atención a la manera de representar los
árboles, las flores, las plantas, la
distancia de las montañas y los cielos con sus nubes. Los
artistas estudiaron el efecto de la luz natural,
así como el modo en el que el ojo percibe los diversos
elementos de la naturaleza. Desarrollaron la perspectiva
aérea, según la cual los objetos perdían sus
contornos y su color a tenor de
la distancia que los alejaba de la vista. Los pintores del norte
de Europa, especialmente los flamencos, eran más avanzados
que los artistas italianos en la representación del
paisaje y contribuyeron al desarrollo del arte en toda Europa al
introducir el óleo como una nueva técnica
pictórica.

Aunque el retrato se consolidó como género
específico a mediados del siglo XV, los pintores
renacentistas alcanzaron la cima con otro tipo de pintura,
histórica o narrativa, en la que las figuras
contextualizadas en un paisaje o en un marco de fondo, relatan
pasajes de la mitología clásica o de la
tradición judeo-cristiana. Dentro de un contexto, el
pintor representaba hombres, mujeres y niños
en diferentes poses, que además mostraban diversas
reacciones emocionales y estados anímicos.

El renacimiento de
las artes coincide con el desarrollo del humanismo, en el
que sus seguidores estudiaban y traducían textos
filosóficos. Se revitalizó el uso del latín
clásico. También fue un periodo de descubrimientos
de nuevas tierras; las embarcaciones se hicieron a la mar en
busca de nuevas rutas hacia Asia, que dieron
como resultado el descubrimiento de
América. Pintores, escultores y arquitectos
sentían las mismas ansias de aventura y el deseo de
ampliar sus conocimientos y obtener nuevas soluciones;
tanto Leonardo da
Vinci como Cristóbal Colón, fueron, en cierto
sentido, descubridores de mundos completamente nuevos.

EL
RENACIMIENTO EN ITALIA

El primer centro donde surgió el renacimiento
fue Italia. El substrato proporcionado por la antigüedad
grecorromana fue una constante en el mundo italiano, que vio
evolucionar su lenguaje, recogido en un código
en el año 1300, desde el latín de los romanos.
Italia era el depósito de un gran elenco de ruinas
clásicas. Se encontraron restos de arquitectura romana
prácticamente en casi todas las ciudades. La escultura
romana, especialmente los sarcófagos de mármol
decorados con relieves, se convirtieron en los ejemplos
más comunes.

Escultura del quattrocento

Las primeras manifestaciones artísticas del
renacimiento, en los comienzos del siglo XV, se dan en el campo
de la escultura. Tres orfebres florentinos realizaron algunas
innovaciones que supusieron una ruptura con las convenciones del
estilo gótico. El primero fue Filippo Brunelleschi
precursor de la perspectiva lineal. Convertido en arquitecto, fue
el primer constructor del renacimiento. Diseñó la
enorme cúpula octogonal de la catedral de Florencia,
terminada en el año 1436. Dicha cúpula está
considerada como una proeza tanto desde el punto de vista
artístico como del de la ingeniería desde los tiempos de los
romanos. Brunelleschi, que estudió en Roma, fue el
responsable de este resurgir clásico en la arquitectura.
Introdujo nuevas fórmulas de racionalización del
espacio aplicadas tanto a las construcciones públicas como
privadas que se convirtieron en únicas dentro del estilo
renacentista.

Lorenzo Ghiberti es conocido por los relieves que
realizó en bronce dorado para la puerta del baptisterio de
San Giovanni, Florencia; ilustran temas del Antiguo Testamento y
fueron muy elogiadas por Miguel Ángel, quien la
denominó la Puerta del Paraíso (1425-1452), nombre
con el se conocen desde entonces.

Donato di Niccolò di Betto Bardi, más
conocido como Donatello fue uno de los artistas más
influyentes del renacimiento no sólo por la fuerza
expresiva de sus figuras sino porque, a pesar de ser florentino,
trabajó en Venecia, Padua, Nápoles y Roma y, de ese
modo, sirvió como vehículo de difusión de
innovaciones artísticas en Italia, sobre todo en lo que se
refería a la perspectiva. Entre sus principales obras
destacan el bronce del David (c. 1430-1435, Florencia, Museo del
Bargello), que representa al héroe bíblico con la
cabeza de Goliat a sus pies. La figura semidesnuda, concebida
para ser rodeada por otras, fue la primera escultura exenta
realizada desde la antigüedad. Otra gran obra maestra es la
Cantoria o Galería de niños
cantores (c. 1433-1439, Florencia, Museo dell´Opera del
Duomo) realizada para la catedral de Florencia. Donatello, que
trabajó en terracota y madera, hizo
uso de la perspectiva de Brunelleschi para ejecutar sus relieves.
Sus esculturas exentas y expresivas, a menudo representan a
santos que fueron el modelo de los
escultores de la siguiente centuria.

La pintura del quattrocento

El primer gran pintor del renacimiento italiano fue
Masaccio creador de un nuevo concepto de naturalismo y
expresividad en las figuras, así como de la perspectiva
lineal y aérea. A pesar de que tuvo una carrera corta
(murió a la edad de 27 años) la obra de Masaccio
tuvo una enorme repercusión en el curso del arte
posterior. Los frescos (c. 1427) que representan episodios de la
vida de san Pedro pintados para la capilla Brancacci en la
iglesia de
Santa Maria del Carmine en Florencia, muestran el carácter
revolucionario de su obra, sobre todo en lo que se refiere al
empleo de la
luz. En una de
las escenas más famosas, El tributo de la moneda, Masaccio
reviste la figura de Cristo y de los apóstoles con un
nuevo sentido de dignidad, monumentalidad y refinamiento. Los
frescos de la capilla Brancacci sirvieron de inspiración a
pintores posteriores, entre ellos el propio Miguel Ángel.
En el fresco de la Santísima Trinidad (c. 1420-1425, Santa
Maria Novella, Florencia) Masaccio, aplicando algunos de los
descubrimientos de Brunelleschi relativos a la perspectiva
lineal, creó por primera vez la ilusión
espacial.

La dirección que marcó Masaccio fue
seguida por contemporáneos suyos como Paolo Uccello quien
imprimió más potencia a la
perspectiva lineal. Entre sus mejores obras destacan las tres
versiones que realizó de la Batalla de san Romano,
realizadas a fines de 1456 para el palacio Medici en Florencia en
las cuales las figuras muestran bruscos escorzos. Estas obras se
hallan en la Galería de los Uffizi (Florencia); National
Gallery (Londres) y el Louvre (París). También
pintó un gran fresco (1436, catedral de Florencia) que
simula un monumento ecuestre en bronce, un medio con precedentes
romanos y que resurgió en las esculturas exentas de
Donatello. Otro maestro del mismo periodo es Fra Angelico, fraile
dominico cuyo estilo refinado alterna con formas aún
incipientes del nuevo renacimiento resueltas con un delicado
tratamiento del color. Fra
Angelico fue especialmente innovador en la representación
de paisajes. Su obra incluye una serie de frescos pintados en los
años 1430 y 1440 ayudado por sus compañeros
dominicos en el convento de San Marco en Florencia.

Florencia fue el epicentro del renacimiento
artístico de Italia, aunque otras regiones sirvieron
también de escenario de importantes maestros a lo largo de
este periodo. Pisanello natural de Verona, trabajó para
varios de los pequeños ducados como el de los Gonzaga en
Mantua o el de Este en Ferrara. Poseía un alto
refinamiento en su estilo más lírico y más
fluido que Masaccio. Entre sus realizaciones se encuentran la
serie de medallas de retratos en bronce, muy cotizadas entre sus
mecenas aristocráticos. Jacopo Bellini es considerado
unánimemente como el introductor del renacimiento en
Venecia, que más tarde se transformó en el centro
artístico rival de Florencia. Aunque nos quedan pocas
obras de él, se conservan sus dibujos,
considerados únicos por su número y por su
complejidad. Jacopo fue el padre de dos maestros del
renacimiento, Gentile y Giovanni Bellini, y suegro de otro de
ellos, Andrea Mantegna.

Otro pintor del quattrocento es Piero della Francesca
quien escribió tratados sobre la
perspectiva y las matemáticas. Aunque es probable que viviera
en Florencia de joven, desarrolló su carrera en otras
ciudades italianas. El estilo de Piero se puede apreciar en el
ciclo de frescos que pinta en torno al
año 1453 para el coro de San Francesco en Arezzo, La
leyenda de la cruz. Su estilo mesurado y geométrico se
hace eco de la monumentalidad del arte de Masaccio, pero, a
diferencia de éste, es más abstracto y distante. Al
final de su carrera, comenzó a alternar el temple con el
óleo.

El arte del quattrocento se resume en gran medida por
medio del trabajo del humanista y latinista Leon Battista
Alberti, que se formó en el norte de Italia después
de que su familia fuera
expulsada de Florencia. Tuvo una experiencia directa con la
pintura y con la escultura y también fue un ingenioso
arquitecto. Entre sus diseños más sugerentes se
encuentra la fachada de Santa Maria Novella en Florencia,
terminada en el año 1458, en donde Alberti
desarrolló el sistema de
fachada aplanada, de amplia repercusión posterior.
También diseñó varias iglesias como la de
Sant´Andrea en Mantua (terminada en el año 1494). De
igual importancia que sus construcciones son sus escritos
teóricos sobre pintura, escultura y arquitectura.
Prolífico escritor, en sus libros,
Alberti sintetizó todas las innovaciones de sus
contemporáneos e incluyó también algunos
ejemplos de la antigüedad. Como resultado de sus escritos,
las nuevas ideas fueron difundidas dentro y fuera de Italia.
Dedicó su libro Della
Pittura (1436) a Brunelleschi, así como a Ghiberti,
Donatello, Luca della Robbia y Masaccio.

Segunda generación de artistas del
renacimiento

En las últimas décadas, las innovaciones
principales del arte renacentista —como el dominio de la
perspectiva aérea y lineal, la importancia del paisaje, la
representación de la figura de modo individual y la
rigurosa elaboración de la composición—
fueron consolidadas y superadas. En Florencia, artistas como
Antonio del Pollaiuolo y Andrea del Verrocchio observaron la
complejidad de la anatomía humana,
estudiando de forma directa el cuerpo humano.
Tanto escultores como pintores, ponen especial énfasis en
la musculatura, y así lo ejemplifica la obra de Pollaiuolo
el Martirio de san Sebastián (1475, Londres, National
Gallery). Pollaiuolo realizó también dos
importantes tumbas en bronce para dos papas: la tumba de Sixto V
(1484-1493) y la tumba de Inocencio VIII (1493-1497), ambas en la
basílica de San Pedro en Roma. Las preocupaciones de
Pollaiuolo y de Verrocchio fueron más tarde recogidas por
el gran discípulo de éste último Leonardo da
Vinci, cuyas investigaciones
científicas y artísticas se encuentran entre las
más importantes del renacimiento. El polifacético
Leonardo cultivó todas las artes así como otras
disciplinas.

Entre los pintores más representativos de la
segunda generación del norte de Italia, destacan Andrea
Mantegna, en Padua, y Giovanni Bellini, en Venecia. Mantegna, que
trabajó tanto en Verona como en Roma por algún
tiempo, pasó la mayor parte de su carrera trabajando
gracias al mecenazgo de la familia
Gonzaga en Mantua. La decoración al fresco de la
cámara de los Esposos (1465-1474) en el palacio ducal
está considerada como una de las obras maestras.
Amplió los límites de la pintura cubriendo las
paredes y el techo con un esquema compositivo unificado, por lo
que da la impresión de ser un espacio mucho mayor. La
distinción entre lo real y lo ilusorio se vuelve borrosa y
confusa. Sus trampantojos fueron muy imitados por dos pintores
murales en las dos centurias siguientes, especialmente en los
grandes techos barrocos de iglesias y de palacios.

El severo estilo de Mantegna, de trazado nervioso, rico
modelado y atrevido uso de la perspectiva, influyó en el
arte de su cuñado Giovanni Bellini, quien trabajó
exclusivamente en Venecia. Bellini influyó inmensamente,
no sólo mediante el testimonio de sus magníficos
cuadros, sino también como maestro de algunos pintores de
generaciones posteriores, como Sebastiano del Piombo, Giorgione y
Tiziano. Los colores
brillantes, ricos y fuertes que Bellini introdujo en su paleta se
convirtieron en la característica esencial que identifica
a la siguiente generación veneciana. El brillante colorido
veneciano es el contrapunto del estilo lineal del arte
florentino. El altar de san Giobbe (1488, Academia, Venecia) es
una de las mejores obras de Bellini. El vivo colorido, los
contornos difuminados y las figuras representadas dentro de una
atmósfera
de luz casi dorada son características de este
último estilo. También fue un consumado pintor de
paisajes, género que
en seguida se convirtió en la especialidad de los pintores
venecianos. Bellini promovió la pintura al óleo en
lienzo, en contraposición a la pintura al temple sobre la
pared; la pintura al óleo se convirtió en el siglo
XVI en la técnica más común.

La segunda generación de pintores está
representada por Sandro Botticelli un artista que disfrutó
del mecenazgo de la familia de
los Medici en Florencia. Su estilo es lírico, fluido y a
menudo decorativo y abarca tanto temas religiosos como paganos.
Sus dos obras más famosas, ambas en la Galería de
los Uffizi son el Nacimiento de Venus (después de 1482) y
la Primavera (c. 1478). El modelo de la
figura del Nacimiento de Venus está tomado de la escultura
antigua, pero aquí la diosa se muestra de pie
emergiendo de un pálido mar azul. Botticelli realza el
contorno de las figuras con una línea que les proporciona
una singular elegancia; por el contrario, sólo en contadas
ocasiones utiliza el claroscuro.

Artistas del cinquecento

Los artistas de la siguiente generación fueron
los responsables de elevar el arte a su expresión
más noble. Este periodo, que comprende el siglo XVI, se
inició con Leonardo da Vinci cuando regresó de
Milán a Florencia en el año 1500. Allí,
encontró al joven Miguel Ángel que
realizaría la famosa escultura del David (1501-1504,
Academia, Florencia). Esta emblemática obra pronto se
convirtió no sólo en el símbolo de la ciudad
de Florencia, sino también en el del cinquecento. David
como representación del poder y de la
fuerza lo tiene todo, pero Miguel Ángel lo eligió
precisamente para mostrar su autocontrol en el momento antes del
encuentro con Goliath, como Leonardo hizo con las figuras de los
apóstoles en La última cena (1495-1497, Santa
María, Milán) al elegir el momento justo
después del que Cristo dijo a los presentes que uno de
ellos le traicionaría. Durante el cinquecento, los
artistas intentaron reducir sus temas a la más pura
esencia; las características secundarias, los detalles o
las anécdotas captaban la atención del espectador para conducirle a
la esencia real del tema.

El epicentro artístico durante este periodo fue
Roma y la corte de Julio II, que contrató a los artistas y
arquitectos más importantes para sus ambiciosos proyectos. Donato
Bramante fue el arquitecto más relevante de este periodo
aunque se inició como pintor siguiendo las pautas de Piero
della Francesca. Después de una larga estancia en
Milán, durante la cual coincidió con Leonardo,
Bramante se estableció en Roma. Allí produjo obras
como el Tempietto (1502) una representación a menor
escala del
clásico tholos griego situado en el patio de San Pietro in
Montorio. Una serie de palacios privados que incluían la
casa de Rafael (destruida en el siglo XVII) y, como su proyecto
más notable, el diseño
de la nueva basílica de San Pedro (c. 1506). Para la
primera iglesia de la
cristiandad católica, Bramante trazó una planta de
cruz griega, con cúpula. Miguel Ángel tomó
parte en la construcción realizando algunos cambios que
modificaban la nueva estructura
arquitectónica pero respetando el diseño
original de Bramante, que ejerció una fuerte influencia en
los arquitectos del cinquecento, como sucedió con el
sienés Baldassare Peruzzi, que construyó la villa
Farnesina (1509-1511) en Roma para la familia Chigi, la
primera villa privada de comienzos del siglo XVI.

Rafael, nacido en la región italiana de
Umbría, se encuentra entre los pintores asentados en Roma.
Discípulo de Perugino, Rafael estudió en Florencia
al mismo tiempo que estaban allí Leonardo y Miguel
Ángel, dando forma al lenguaje artístico del
cinquecento. Rafael se trasladó a Roma en el año
1508 y allí se quedó hasta su muerte en el
año 1520. Se convirtió en el pintor más
célebre y abrió un próspero estudio en el
que trabajaban muchos ayudantes. Como complemento a las series de
retratos de distinguidos personajes que realizó, el del
papa Julio II y otros notables, Rafael realizó nuevos
trabajos como la decoración al fresco de las estancias
vaticanas, una serie que decora las cuatro estancias del palacio
Vaticano. La más importante es la estancia de la
Signatura, que contiene La disputa, una complicada
explicación de la doctrina del sacramento de la
Eucaristía. Los hombres de iglesia discuten en torno a la
doctrina en la parte inferior; sobre ellos, Cristo aparece
acompañado en semicírculo de un grupo de
ángeles. En el otro lado de la estancia se encuentra la
Escuela de
Atenas, que representa la filosofía clásica,
haciendo pareja con La disputa, que permanece de pie junto a la
teología cristiana. Aquí, la representación
es horizontal, más centrada en la tierra que
en el cielo. El punto de fuga se sitúa detrás de
las figuras centrales de Platón y
Aristóteles, rodeados por célebres
pensadores del pasado. Muchas de estas figuras son retratos de
artistas contemporáneos de Rafael. Rara vez la pintura ha
alcanzado la claridad y la perfección de la Escuela de
Atenas. Como fuente de inspiración pudieron servirle a
Rafael los inmensos frescos de la capilla Sixtina pintados por
Miguel Ángel.

Después de haberse establecido en Venecia
Giovanni Bellini, Giorgione inauguró su escuela de
pintura. Su estilo se caracteriza por suaves contornos, colores fuertes
(a menudo enigmáticos) y también por temas
personalizados. Su obra más famosa, La tempestad (c. 1505,
Academia, Florencia) representa un paisaje idílico de
fondo tormentoso en el que se puede contemplar a un hombre joven
que guarda a una mujer acunando a
su niño.

Tiziano, alumno de Bellini y un incipiente seguidor de
Giorgione, fue el pintor más dotado del cinquecento en
Venecia, así como el rival de Rafael y de Miguel
Ángel. Entre sus obras más admiradas se encuentra
El amor divino
y el amor profano (c. 1515, Galería Borghese, Roma) en una
pintura alegórica en la cual dos mujeres, una desnuda (el
amor sacro) y la otra completamente vestida (el amor profano)
están sentadas de manera opuesta; esta obra evoca la
serenidad del mundo misterioso del Giorgione. La asunción
de la Virgen (1516-1518) forma parte del retablo principal de
Santa Maria dei Frari en Venecia y está considerada una de
las obras maestras de Tiziano. La figura de la Virgen está
situada encima de los apóstoles moviéndose hacia la
figura de Dios Padre, mostrada en lo alto del cuadro. Tonos
cálidos, rojos y dorados, dominan la composición.
Tiziano aborda también temas clásicos como lo
atestiguan su Baco y Ariadna (1520-1523, National Gallery,
Londres) o La ofrenda a Venus (1518-1519, Museo del Prado,
Madrid) ambos realizados para el duque de Ferrara.

En su larga trayectoria artística, Tiziano
produjo obras importantes para su mecenas, el emperador Carlos V,
quien le concedió el título de pintor. Entre los
encargos del emperador se encuentran algunos retratos, incluido
Carlos V y la batalla de Mühlberg (1548, Museo del Prado).
Su retrato ecuestre se convirtió en el prototipo de
retratos de altos dignatarios durante las dos siguientes
centurias. Tiziano continuó pintando incluso a edad
avanzada y su característica pincelada fluida y libre, su
paleta viva y sus figuras monumentales, así como los
paisajes idealizados, continuaron marcando el estilo de su arte.
Ello se hace evidente en su Coronación de espinas (c.
1570, Alte Pinakothek, Munich) en donde las formas parecen
disolverse por un laberinto de luz pura, color y
pigmento.

Correggio fue otro destacado pintor de gran fuerza del
cinquecento. Pasó la mayor parte de su vida trabajando en
Parma, donde se instaló en 1518. Hizo numerosos ciclos de
frescos para la catedral de Parma y para la iglesia de San Juan
Evangelista. Tomando como punto de referencia a Miguel
Ángel, Rafael y Tiziano, el arte del Correggio delata su
familiaridad con el estilo monumental que venía
realizándose en Roma y en Venecia. La influencia de
Leonardo puede apreciarse, pero Correggio supo crear su propio
estilo. Su pintura se caracteriza por una gran habilidad en los
escorzos; su rechazo al equilibrio
clásico anticiparía el estilo manierista, definido
por colores sensuales y plateados y por una tendencia a retratar
estados de éxtasis espirituales y físicos. Como la
mayoría de los artistas de este periodo la producción de Correggio se divide en obras
clásicas, frescos religiosos y altares para iglesias. En
el convento de San Pablo de Parma, pintó una sala con
frescos que representan la diosa Diana rodeada de referencias
alegóricas de gran complejidad. En su obra, Correggio
demuestra que fue una figura dominante del
cinquecento.

MANIERISMO

Mientras Miguel Ángel, Tiziano y Rafael
trabajaban en un estilo figurativo, otros pintores adoptan un
lenguaje más lírico y decorativo, no tan vinculados
a los cánones de la antigüedad clásica.
El trabajo de
estos maestros demuestra el comienzo del manierismo, un estilo
que heredó el cambio
propiciado ya en los momentos finales del cinquecento.

Pontormo fue otro destacado pintor formado en Florencia
bajo la influencia de Miguel Ángel. Su estilo elegante
basado en un dibujo
cuidadoso, de colores pálidos y antinaturalistas, evoca a
Botticelli. Ambos artistas se recrean en un tipo de creaciones
más amables, de carácter
decorativo. Una de las mejores obras de Pontormo es la titulada
El descendimiento (1526), que se encuentra en la iglesia de Santa
Felicità en Florencia, en la cual la composición
tan apretada de las figuras dificultan su lectura
anatómica. Las formas están subrayadas por la
paleta de Pontormo, mediante colores no muy fuertes pero
sí artificiales. En su refinamiento y delicadeza difiere
del estilo de Miguel Ángel, cuyas obras nunca le
influyeron. Su extrema sensibilidad, cercana al excentricismo, es
un rasgo más de su vida personal, que le
describe como un hombre reservado y asocial.

Otro florentino, Rosso Fiorentino, trabajó de
manera semejante pero, a diferencia de Pontormo, realizó
numerosos viajes y
finalizó su carrera en Francia bajo el mecenazgo de
Francisco I. Rosso, contribuyó en gran medida a la
difusión del manierismo florentino, especialmente en el
palacio de Fontainebleau. La composición para su
Descendimiento de la cruz (1521, Pinacoteca Comunal, Volterra)
una de sus obras de más éxito,
es más abierta y menos abarrotada, en cuanto a la
concepción espacial se refiere, que las obras de Pontormo,
pero igualmente que éstas es de difícil
comprensión a simple vista.

En la siguiente generación, los artistas
más jóvenes comenzaron a rechazar los bruscos
escorzos de los modelos de
Miguel Ángel, Rafael y Tiziano intentado hallar otras
vías diferentes de expresión artística. Las
cualidades profundamente individualizadas encontradas tanto en
Rosso como en Pontormo les hicieron muy populares. En el periodo
que abarca desde 1530 —inmediatamente después del
saqueo de Roma en el año 1527— y antes de que
finalizase el siglo XVI, el arte italiano se desarrolló
con menor coherencia. De esta forma, durante el manierismo,
florecieron un importante número de artistas en todas las
artes.

Entre los arquitectos de este periodo Andrea Palladio
fue el más destacado. Formado como cantero en su nativa
Vicenza, se convirtió en arquitecto hacia la mitad de su
vida. Sus obras más destacadas son una serie de villas en
el campo que construyó próximas a Venecia, en el
Véneto. Particularmente significativa es la villa Rotonda
o Capra (1550-1551) cerca de Vicenza. Construida en un ligero
promontorio, el edificio cupulado tiene idénticas fachadas
en sus cuatro lados, y se completa con una escalinata y un porche
de seis columnas. Más que otros edificios, la villa
Rotonda sirvió de inspiración al estilo
neopalladiano, movimiento arquitectónico inglés que
dominó el diseño de edificios en el siglo XVIII
tanto en Inglaterra como
en las colonias angloamericanas. El plan de Palladio
para la iglesia de Il Redentore (comenzada en el año 1577)
en Venecia incluye el uso de órdenes
arquitectónicos distintos y de elementos superpuestos
(columnas y pilastras) en la fachada, combinación que
empezó a ser importante en el siglo XVII.

El arquitecto Iacopo Sansovino trabajó en Venecia
durante pocas décadas antes que Palladio. Formado en un
principio como escultor en Florencia, su obra más conocida
en mármol es el Baco (c. 1514, Museo de Bargello). La
Biblioteca
Marciana de Sansovino (1536-1588) en la plaza de San Marcos en
Venecia es el edificio renacentista más admirado de esta
época. Con análoga estructura, en Florencia, la
Galería de los Uffizi fue diseñada entre los
años 1560-1580 por Giorgio Vasari como sede administrativa
de la familia Medici, actualmente convertida en museo. Vasari es
más conocido hoy día como el autor del libro Vidas de
los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, la
primera biografía
sistemática realizada sobre artistas italianos del
renacimiento. Como pintor, recibió influencias de Miguel
Ángel y de Rafael. Vasari fue el responsable de la
decoración al fresco de la cúpula de la catedral de
Florencia y del interior restaurado del palacio
Vecchio.

Benvenuto Cellini fue uno de los máximos
escultores y orfebres de finales del renacimiento. Su azarosa
vida se detalla en su autobiografía, escrita entre 1538 y
1562. Como Rosso Fiorentino viajó a Francia para trabajar
en el palacio de Fontainebleau. La obra más famosa de
Cellini es la escultura en bronce que representa a Perseo y
Medusa (1545-1554, Loggia dei Lanzi, Florencia). El héroe,
desnudo y exhibiendo su musculatura, sostiene con su mano la
cabeza decapitada y ensangrentada de Medusa. La obra del flamenco
Juan de Bolonia, arquitecto y escultor establecido en Italia, se
incluye en el manierismo. El rapto de las sabinas (1583) que
permanece expuesto junto al Perseo de Cellini en la Loggia dei
Lanzi, está compuesto por tres figuras desnudas
entremezcladas que ascienden verticalmente en espiral. En esta
escultura, realizada en mármol, Juan de Bolonia evita la
frontalidad buscando un efecto de violencia que
se pueda observar desde todos sus ángulos.

Il Bronzino uno de los seguidores de Pontormo, fue uno
de los pintores más apreciados en la corte de los Medici y
uno de los mejores retratistas del manierismo. Pintó de
una manera meticulosa y detallista con un modelado muy suave que
rechaza la naturalidad en favor del artificio. En su
melancólica Eleonora de Toledo y su hijo Juan (c. 1545,
Uffizi, Florencia) la representación de los
magníficos vestidos de la esposa de Cosimo de Medici
acapara el espacio ocupado por las figuras del cuadro.

Otro gran pintor del manierismo en Venecia, Tintoretto,
combinó la riqueza cromática de la paleta de
Tiziano, con la enérgica línea de Miguel
Ángel. Desarrolló un enorme virtuosismo en la
pintura al óleo y trabajó con rapidez en la
ejecución de sus numerosos encargos. Tintoretto
quedó fascinado por los efectos ópticos,
dramáticos, por composiciones de inusuales efectos de luz,
tal y como demuestra en sus 56 pinturas de gran formato
(1564-1587) realizadas para la Escuela de San Rocco en
Venecia.

EL RENACIMIENTO EN EL
NORTE DE EUROPA

En el norte de Europa, las manifestaciones
artísticas del gótico tardío fueron
coetáneas con los descubrimientos y con el cambio de
visión del mundo producidos en Italia. En el norte,
países como Alemania, los Países Bajos e
Inglaterra, fueron menos receptivos a la hora de aceptar el
incipiente renacimiento.

Las primeras obras del siglo XV fueron menos
significativas y a escala menor que
las que se produjeron en Italia. Al mismo tiempo, la miniatura de
la obra Las muy ricas horas del duque de Berry (c. 1416,
Musée Condé, Chantilly), realizada por los hermanos
Limbourg, pone de manifiesto un interés
por el detalle naturalista y por lo anecdótico desconocido
en Italia. También son notables en esta obra la delicadeza
y la minuciosidad con que están tratados todos
los elementos del paisaje.

El renacimiento en los Países
Bajos

El pintor flamenco, Jan van Eyck fue el fundador de la
pintura renacentista en Flandes y en Holanda. Su estilo es una
síntesis del naturalismo de los hermanos
Limbourg más las innovaciones en el uso de la luz de otro
pintor, Robert Campin conocido como el maestro de
Flémalle. Van Eyck combina, con talento y habilidad, un
estilo que es el contrapunto del arte que Masaccio realiza en
esos momentos en Italia. Su obra El cordero místico
(terminada en el año 1432, San Bavón, Gante) es una
de las más extraordinarias obras del renacimiento. Consta
de dos alas, pintadas por ambas caras, que se abren para mostrar
la tabla central dispuestas en dos niveles. Probablemente, fue
realizado en parte con la ayuda de su hermano Hubert van Eyck. La
parte central del piso inferior contiene la Adoración del
Cordero, con hileras de figuras colocadas en un paisaje
articulado que representa claramente el paraíso. Encima se
encuentra la figura del Padre de Dios entronizado, coronado como
un Papa con tiara y flanqueado por la Virgen María y San
Juan Bautista. Van Eyck se manifiesta a sí mismo en esta
obra como un agudo observador del mundo visual. Casi por
intuición, concibe el sistema de
perspectiva lineal y usa mínimamente la perspectiva
aérea en algunas partes del paisaje de fondo. Van Eyck fue
también consciente de la atracción en el espectador
de los elementos de la naturaleza muerta e integró
numerosos detalles en la compleja iconografía de sus
obras. Lo que marca la
diferencia de su arte y el de finales del siglo XV en el norte de
Europa con el de sus contemporáneos italianos, es la
completa ausencia de alusiones a la antigüedad
clásica.

A mediados del siglo XV, Van Eyck fue considerado por un
estudioso italiano como el pintor más significativo de su
época. Su famoso retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa
(1434, National Gallery, Londres) es la representación de
los esponsales de un banquero italiano. En la pared del fondo,
detrás de la pareja, hay un espejo convexo que refleja la
habitación en la que los esposos permanecen en pie y en la
que el artista se autorretrata. Van Eyck dejó constancia
de su firma y fechó la obra. Este magnífico pintor
también produjo pequeños retratos de grupo de un
extraordinario realismo.

Rogier van der Weyden pintor de Tournai, (Flandes) fue
quien, a diferencia de Jan van Eyck, realizó un viaje a
Italia en el año 1450. Su obra fue muy admirada en Italia
e incluso pudo haber influido en la escuela de Ferrara. La obra
más importante de Van der Weyden es El descendimiento de
la cruz (1435, Museo del Prado, Madrid) pintado por encargo de un
gremio de artesanos de Lovaina. El dolor que reflejan sus
personajes, aún desconocido para el arte italiano, se
plasma en sus expresiones faciales y en las posturas de sus
cuerpos. Como Van Eyck, Rogier tuvo gran destreza para el
retrato, pero infundió a sus figuras una dimensión
emocional añadida.

La siguiente generación de pintores flamencos,
que recogen la herencia de Van
Eyck y de Van der Weyden, está representada por Dirk
Bouts, uno de los primeros artistas que utilizaron la
perspectiva. Hugo van der Goes imprimió una huella
personal y emocional a sus pinturas religiosas, que combinaron
aspectos del arte de los precursores. Su obra más conocida
es el Retablo Portinari (c. 1476, Uffizi, Florencia), realizado
para un mecenas florentino, que finalmente llegó a Italia
alrededor de 1480. La llegada de este cuadro de gran formato
causó sensación entre los artistas locales, quienes
se quedaron sorprendidos por el exacerbado realismo del
recién nacido que yace en el suelo, así
como por la magnífica representación de los objetos
que le rodean. Van der Goes se volvió loco hacia mediados
de su vida. En algunas ocasiones sus obras alcanzaron una gran
intensidad expresiva. Su coetáneo Hans Memling, aunque
nacido en Alemania, parece ser que se formó en Flandes y
en los Países Bajos, donde transcurrió la mayor
parte de su vida. A pesar de que no fue un pintor particularmente
innovador, Memling se conformó con emular los hallazgos de
sus predecesores, pero ejecutó su obra con una
extraordinaria destreza.

Sin duda, el artista más original de este periodo
fue El Bosco que fue quien menos dependió de la pasada
tradición flamenca. Casi todas sus obras fueron totalmente
anticonvencionales. El jardín de las delicias,
también conocido como La pintura del madroño,
(1510-c. 1515, Museo del Prado) es una obra alegórica del
pecado y de la redención, en la que se muestra un mundo
surreal e imaginario donde el pasado, el presente y el futuro se
despliegan en imágenes
de pesadilla. Su extrema originalidad conduce al arte de Pieter
Brueghel, el Viejo, quien realizó ya en el siglo XVI una
serie de grabados titulados Los siete pecados capitales (1557)
que en su imaginación fantasmagórica demuestran la
poderosa influencia de El Bosco. Al tiempo que muchos de sus
contemporáneos acogieron las novedades italianas, Brueghel
quiso rendir un homenaje al estilo de los primeros pintores de
los Países Bajos y flamencos en sus propias obras y
grabados, que a menudo ilustraban proverbios folclóricos,
con frecuencia en clave satírica.

Los manieristas holandeses y flamencos, incluidos
Bernard van Orley, Lucas van Leyden y Jan van Scorel, recogieron
la herencia de
Miguel Ángel y de Rafael a través de grabados, o
por medio de obras de primera mano de los artistas.
Además, las aportaciones de Alberto Durero, el maestro
alemán, sirvieron de estrecho vínculo entre los
estilos italianos y el viejo estilo holandés.

Si los pintores de los Países Bajos se han
distinguido durante el renacimiento, los escultores fueron menos
innovadores, guardando una conexión más cercana con
la tradición gótica del pasado. Las formas
arquitectónicas casi no se vieron alteradas por el
renacimiento.

El renacimiento en Francia

Los franceses fueron reacios a aceptar las innovaciones
que se habían producido en el arte en Italia, aunque
durante el siglo XVI fueron finalmente adoptadas en Francia, como
consecuencia de la presencia de muchos artistas italianos en la
corte de Francisco I. Leonardo da Vinci viajó a Francia en
1516 a petición del propio rey, pero debido a su avanzada
edad, murió antes de que pudiera realizar trabajos de
importancia. La obra del palacio de Fontainebleau se
convirtió en el punto central del arte renacentista
francés.

El renacimiento en Alemania

La pintura en Alemania tuvo una ilustre tradición
durante el renacimiento, gracias a varias personalidades
artísticas que dominaron el panorama. El arte
alemán estuvo muy vinculado al pasado gótico, pero
muchos de sus artistas fueron capaces de fundir la herencia
medieval con los nuevos descubrimientos. Konrad Witz fue uno de
ellos. Parte del gran altar El milagro de los peces,
también conocido como Cristo andando sobre las aguas
(1441, Museo de Arte e Historia, Ginebra) refleja
un paisaje real con referencias específicas a elementos
del paisaje suizo de los Alpes y que expresan la conciencia de
Witz respecto a la aceptación de los avances
artísticos italianos. Los artistas alemanes encabezaron el
desarrollo del arte del grabado, como lo demuestran las
publicaciones de libros, que en
este periodo florecieron por todas partes.

Alberto Durero, un veterano pintor y grabador, introdujo
en Alemania, prácticamente sin ayuda, la corriente del
arte renacentista. Niño prodigio, se formó
primeramente como orfebre pero pronto se estableció en su
ciudad natal de Nuremberg como pintor y grabador. Sus
magníficas series de grabados, las tres versiones de la
pasión y de la vida de la Virgen, difundieron su estilo a
través de toda Europa. Se había instruido en la
perspectiva y comprendía la ciencia en
toda su complejidad. Durero visitó Italia en dos
ocasiones, la primera en el año 1494, y de nuevo desde
1505 hasta 1507. Se le asoció con los círculos
humanistas y filosóficos y realizó grabados sobre
asuntos alegóricos o clásicos, así como
sobre temas religiosos. Durero realizó numerosos viajes durante
toda su vida; durante un memorable recorrido por Flandes y los
Países Bajos entre 1520 y 1521, realizó un diario
ilustrado, que aún se conserva. Al igual que muchos
artistas de su época, Durero se sintió
atraído por el pensamiento
teórico y escribió los Vier Bücher von
menschlicher Proportion (Cuatro libros sobre las proporciones
humanas, publicado póstumamente en 1528). Ningún
artista de su época tuvo una imaginación tan
fértil, como lo prueban los grabados de El caballero,
la Muerte y el
Diablo (1513) y la La melancolía (1514). El gran humanista
del norte de Europa Erasmo de Rotterdam (de quien Durero
realizó un grabado) le puso el sobrenombre de ‘el
Apeles de las líneas negras’ en alusión al
famoso pintor griego del siglo IV a. C. Las pinturas de Durero
estaban a menudo repletas de imágenes
ricas en detalles y extremadamente coloreadas; un ejemplo lo
constituye la Adoración de la Trinidad (1508-1511,
Kunsthistorische Museum, Viena). Los autorretratos predominan en
su obra. Una de sus últimas es Los cuatro apóstoles
(c. 1526, Alte Pinakothek) pintada en un doble panel; presenta la
grandeza simplificada del estilo italiano, combinado con una
intensidad de expresión característica del arte del
norte de los Alpes.

Mientras Durero fue un consumado hombre moderno,
comprometido con las nuevas formas e ideas que halló en
Italia, Matthias Grünewald, su coetáneo,
realizó una de las obras más sorprendentes de su
época, el Retablo del altar de Isenheim (c. 1512-1515,
Museo de Unterlinden, Colmar) un enorme políptico con dos
estratos pintados que se repliegan hacia el lugar sagrado. La
escena principal de estos laterales, la crucifixión, es
una composición severa, con el cuerpo de Cristo
desfallecido, casi como un cadáver, contemplado por la
Virgen María de luto, san Juan Evangelista, san Juan
Bautista como testigo y María Magdalena, todos
atormentados por el dolor y situados en un paisaje totalmente
árido. Esta evocadora y original obra de Grünevald se
puede enmarcar dentro del estilo manierista.

EL RENACIMIENTO EN
ESPAÑA

En España, los pintores renacentistas nunca
llegaron a alcanzar el nivel artístico de Italia y los
países del norte de Europa, aunque su arte estaba muy
ligado a ambas tradiciones. Los mecenas españoles
confiaron a pintores y escultores extranjeros sus obras de arte
más importantes. Incluso en el siglo XVI, Tiziano fue el
pintor de la corte española, a pesar de que no siempre
permaneció en el país. En arquitectura, no se
construirían edificios en estilo renacentista hasta
finales del siglo XVI. Un ejemplo es el monasterio de El
Escorial, complejo arquitectónico construido por deseo del
rey Felipe II cerca de Madrid. Comprende un monasterio, un
seminario, un
palacio y una iglesia (comenzada en el año 1563). Aunque
en deuda con el estilo renacentista, la austera majestuosidad y
la desnudez decorativa de esta estructura marcaron un nuevo
estilo dentro del panorama de la arquitectura
española.

Dentro de esta manifestación artística
existen dos tendencias: el plateresco (término
acuñado en el siglo XVII por Ortiz de Zúñiga
cuando comparaba la menuda y rica decoración de las
fachadas con las labores de plateros) que abarca los tres
primeros tercios del siglo XVI, y el purismo, más sobrio y
centrado en el último tercio del siglo. En el primero, se
funden elementos propios del estilo gótico, con el
mudéjar y con las innovaciones renacentistas, por lo que
el resultado es muy personal y los elementos como columnas,
pilastras, bóvedas, se utilizan con mucha libertad. Desde
el punto de vista de las construcciones destacan los paramentos
almohadillados, el uso de dos balaustradas con capiteles
compuestos, bóvedas, bien de crucería, bien de
medio cañón con casetones, y el arco de medio
punto. En cuanto a la ornamentación se refiere, se
utilizan las cresterías góticas y la
decoración de grutescos aplicada a las pilastras,
así como los medallones con retratos o decoración
fantástica. Destacan varios centros con sus propias
peculiaridades. En Toledo sobresale el hospital de Santa Cruz,
encargado por el cardenal Mendoza, y el estilo conocido como
cisneros en honor al cardenal Cisneros, que decora los interiores
con artesonados y los muros con yeserías de ritmo
geométrico. Es importante añadir que en el
año 1526 se publicó, en Toledo, el libro de Diego
de Sagredo, Medidas del romano, primer tratado teórico
escrito fuera de Italia. En Salamanca la catedral nueva y la casa
de las Conchas representan lo más importante del
renacimiento salmantino religioso y civil, y en Burgos, la
escalera Dorada, obra de Diego de Siloé, resuelve
magistralmente la angostura del espacio. La arquitectura purista
presenta una decoración más sobria; sus edificios
son en general monumentales y equilibrados y sus elementos
constructivos mucho más clásicos. Destacan la
fachada de la Universidad de
Alcalá de Henares y el palacio de Monterrey en Salamanca,
ambas obras de Rodrigo Gil de Hontañón.

En cuanto a la escultura, las características
generales son el predominio de lo religioso con el consiguiente
rechazo de temas profanos, el gusto por lo directo, lo expresivo
y el realismo, y el uso de la madera
policromada, tanto para retablos como para imágenes. En el
primer tercio del siglo XVI destacan en España algunos
artistas italianos y algunos escultores españoles como
Vasco de Zarza o Bartolomé Ordóñez,
introductor del canon idealista de belleza. En el segundo tercio
sobresalen dos figuras: Alonso Berruguete, que se define por su
gusto por lo inestable, por el canon alargado y el movimiento de
las figuras (el retablo de San Benito y El sacrificio de Isaac),
y en el polo opuesto Juan de Juni, de posible origen
francés, que se caracteriza por la teatralidad de sus
grupos
escultóricos, las formas amplias y musculosas, y el
perfeccionismo unido a la búsqueda de un profundo
dramatismo. El Santo Entierro (1539-1544) o La Virgen de los
cuchillos son dos de sus obras más notables. Finalmente,
el último tercio del siglo XVI está representado
por los Leoni, familia de escultores milaneses que se
establecieron en El Escorial al servicio de
Felipe II y para el que realizaron los cenotafios de Carlos V y
de Felipe II, con sus respectivas familias, para el altar mayor
de la basílica del monasterio. La obra de Leon y Pompeyo
Leoni es exponente de preciosismo técnico y de la
idealización de sus personajes.

La pintura también es religiosa en su
mayoría (son escasos los temas profanos y los
mitológicos). El primer tercio del siglo XVI presenta una
fuerte influencia del realismo y de la minuciosidad flamenca,
manifestada por el gusto hacia lo concreto y
hacia temas naturalistas. Fernando Yánez de la Almedina es
uno de los mejores representantes de la escuela valenciana, que
introduce el rafaelismo en la pintura, mientras que Castilla
cuenta con Pedro Berruguete, que asume también la
corriente flamenca, junto a la idealización italiana sin
prescindir de muchas reminiscencias decorativas mudéjares.
El segundo tercio acusa más la influencia clasicista del
renacimiento italiano, de la mano de artistas como Juan de Juanes
en Valencia, quien introduce la técnica del sfumato
leonardesco y el equilibrio
compositivo, además de Juan Correa de Vivar, que supone el
anticipo del manierismo por el estilo de sus composiciones, o
Luis Morales, cuya pintura conecta con la corriente
mística. Finalmente, el último tercio se
caracteriza por la irrupción de los italianos Pellegrino
Tibaldi, Federico Zuccaro y Luca Cambiasso en la corte de El
Escorial, en la que destacan también pintores
españoles como Juan Fernández de Navarrete, el
Mudo, y sus discípulos, que anticipan el barroco con sus
intensos claroscuros y su pintura dramática. Sin embargo
la escuela de retratistas integrada por Alonso Sánchez
Coello (alumno de Antonio Moro de quien aprende la
técnica) junto a Juan Pantoja de la Cruz o
Bartolomé Ordóñez, caracterizan el
último tercio del siglo XVI. Los retratistas oficiales de
la corte madrileña presentan como rasgos en común
la minuciosidad y la penetración psicológica en el
personaje, al que retratan con severa altivez y cuyo modelo es
alarde de preciosismo por sus atuendos y sus joyas, del que es
buena muestra el retrato que Sánchez Coello hizo de la
infanta Isabel Clara Eugenia, actualmente en el Museo del Prado,
Madrid.

EL RENACIMIENTO EN
LATINOAMÉRICA

La llegada de los españoles al continente
americano a finales del siglo XV, trajo consigo las primeras
manifestaciones arquitectónicas de influencia europea que,
aunque en un principio contenían elementos del
gótico tardío, pronto adquirieron rasgos
típicos del renacimiento español y más
concretamente del plateresco. El primer monumento de este estilo
que se conserva en América
Latina es la catedral de Santo Domingo. Fundada en 1523,
destaca por el delicado trabajo de su portada obra del arquitecto
Rodrigo Gil de Liendo. También en Santo Domingo se
encuentra la iglesia del hospital de San Nicolás de
Bari.

En América
alcanzaron gran desarrollo tres tipologías
arquitectónicas que habían tenido escasa
aplicación en el Viejo Mundo: el templo-fortaleza, la
capilla abierta y las ‘posas’, una especie de
pequeñas capillas situadas en las esquinas de los atrios
abiertos. La primera tiene su origen en la España medieval
y es de carácter defensivo. Uno de los ejemplos más
representativos de este tipo de edificios es el convento de
Yanhuitlán, en Oaxaca, México,
que conserva, por razones funcionales, la estructura masiva y
vertical de las construcciones defensivas medievales. La capilla
abierta tuvo gran aceptación en México por
razones de culto, ya que permitía oficiar la misa en un
amplio espacio abierto al que tenía acceso la gran masa de
nuevos catecúmenos.

En la segunda mitad del siglo XVI se empiezan a
construir grandes catedrales en Latinoamérica. La austeridad compositiva de
la catedral de Jaén, en España, proyectada por el
arquitecto Andrés de Vandelvira, sirve de modelo a un buen
número de templos del Nuevo Mundo, especialmente a
aquellos diseñados por Francisco Becerra. La llamada
‘estructura salón’, creada por Vandelvira, se
mantiene en las catedrales peruanas de Lima y Cuzco, proyectadas
ambas por Becerra. La disposición en tres naves, el
crucero sin brazos y la ausencia de ábside, girola y
cúpula, proporcionan al exterior un volumen
cúbico casi perfecto. En México destacan de forma
especial dos catedrales, la de Puebla, también de Becerra,
y la de la ciudad de México, cuyas trazas pertenecen a
Claudio de Arciniega. En Colombia se
observa la influencia del español Juan de Herrera en los
remates en bola de las pirámides superiores de la portada
de la catedral de Tunja. Por último, en Quito, Ecuador, se
encuentra la catedral de San Francisco, quizá uno de los
ejemplos más hermosos de manierismo en
América.

En el terreno de la escultura alcanzaron especial
renombre, por el refinamiento y la calidad
técnica de sus obras, Juan de Aguirre y Quirio
Cataño. La pintura, por el contrario, estuvo durante este
periodo más supeditada a la herencia europea. El iniciador
de la tradición de la pintura de caballete en
América fue el flamenco Simón Pereyns durante el
segundo tercio del siglo XVI. Sin embargo, la
manifestación artística más genuina de este
periodo fue la pintura al fresco. Algunos de los ejemplos
más destacados de esta técnica se encuentran en los
conventos de Actopan (Hidalgo), Huejotzingo (Puebla) y San
Agustín de Acolman (estado de
México). En Quito se desarrolló por iniciativa de
la orden de San Francisco la primera escuela dedicada a la
enseñanza de las artes decorativas, cuyo
principal representante fue fray Pedro Bedón, fundador de
la escuela quiteña.

Renacimiento (música),
música que se desarrolló en Europa durante el
periodo conocido como renacimiento, que en términos
musicales se extiende, aproximadamente, desde el año 1430
hasta el 1600.

NUEVAS
TENDENCIAS

En 1477, el teórico flamenco Johannes Tinctoris,
autor del diccionario de
música más antiguo que se conoce, ya anunciaba en
su tratado Liber de arte contrapuncti la aparición de un
nuevo arte de la música, cuya fuente y origen eran el
compositor inglés John Dunstable y el francés
Guillaume Dufay. Martin le Franc, en su poema Le champion des
dames (1440-1442), también hablaba de un nuevo estilo
armónico adoptado por Dufay y su contemporáneo,
Gilles Binchois, según el ejemplo de Dunstable, conocido
como la contenance angloise (‘continencia inglesa’),
que se distinguía por un uso más delicado de las
consonancias y, en consecuencia, por la utilización
moderada de las técnicas
matemáticas características de la
música antigua en la alta edad media. Dunstable y Dufay
ciertamente explotaron los procedimientos
compositivos medievales —ambos escribieron motetes
isorrítmicos— pero lo hicieron a través de
una nueva estructura musical definida por una armonía en
tríadas, unos centros tonales articulados con claridad y
con unos fines expresivos nuevos.

Con la generación de compositores posteriores a
Dufay, especialmente los flamencos Johannes Ockeghem y Jacob
Obrecht, los principios constructivos medievales del cantus
firmus (en el cual una melodía preexistente servía
como base de una composición polifónica nueva) se
convirtieron en una alternativa más dentro de un amplio
abanico de técnicas
compositivas. En lugar de ello, el estilo más
característico de la música renacentista es la
polifonía imitativa, en la que las distintas voces
comparten los mismos patrones o motivos melódicos,
imitándose una a otra como en una fuga. La Missa Pangue
Lingua, de Josquin des Prez, quizá el mayor compositor del
alto renacimiento, tomaba el canto llano no como un cantus firmus
de notas prolongadas, sino como una fuente de ideas
melódicas. Esta nueva manera de concebir y controlar el
espacio musical fue acogida con entusiasmo por la
generación posterior a Josquin, y alcanzó su
máxima expresión en la música sagrada de
Giovanni Pierluigi da Palestrina—su Missa De Beata Virgine
basada en un canto llano (publicada en 1570) emplea la misma
técnica—, y perduró a lo largo de los siglos
XVII y XVIII.

LA MÚSICA
RENACENTISTA

Es tema de debate en
qué medida los nuevos estilos polifónicos de los
siglos XV y XVI forman parte o no de un movimiento cultural
más amplio de revitalización artística
denominado renacimiento. Ello, a su vez, depende de cómo
se defina el renacimiento y la cronología y geografía de este
fenómeno cultural. La cuestión geográfica es
importante: el ímpetu del renacimiento musical provino en
gran medida de los compositores del norte que estudiaban en
Borgoña, en el norte de Francia y en Flandes. Aunque
muchos (como es el caso de Dufay y Josquin) emigraron a Italia,
sus obras respiran un aire diferente
del estilo italiano. Y, si bien existen ciertos paralelismos
entre el nuevo sentido de la profundidad y el control del
espacio musical en la polifonía imitativa y en el
desarrollo de la perspectiva en la pintura de la época, o
entre la nueva expresividad de este estilo y los aspectos
emocionales más humanos y directos de las artes del
renacimiento, en general, la música no tiene lo que a
menudo se ha considerado la característica definitoria del
renacimiento, esto es, el retorno consciente a los modelos
clásicos y su reinterpretación.

Esto se debe al hecho de que no se conservaban ejemplos
de música griega o romana antigua que imitar. Ciertamente,
los músicos del renacimiento conocían el famoso
poder de la
música en la mitología clásica —Orfeo se
convirtió en una especie de ídolo— y
tenían acceso a textos griegos que trataban tanto de
teoría
musical como de la riqueza ética y
retórica de la música. Algunos teóricos del
siglo XVI, especialmente el veneciano Nicola Vicentino y el
florentino Vincenzo Galilei, incluso soñaron con recrear
los antiguos modos y géneros de la Grecia
clásica, desarrollando nuevas teorías
sobre el cromatismo y los sistemas de
afinación. También existen evidencias de estilos
improvisados de componer música (por ejemplo, en los
círculos neoplatónicos que rodeaban al
filósofo Marsilio Ficino a finales del siglo XV en
Florencia igualmente ligados al movimiento humanista). Pero
éstos solían considerarse experimentos
inútiles, ya que, para la mayoría de los
músicos, la antigüedad clásica era sobre todo
un ideal al que ellos sólo podían
aspirar.

CONTEXTO
SOCIAL

Las complejas interacciones entre composición e
interpretación, así como la función de
la improvisación, dificultan la definición de una
música específicamente renacentista
basándose solamente en criterios estilísticos. Una
de las posibles soluciones sería centrarse en los nuevos
contextos y funciones a los
que servía. La iglesia continuó necesitando
música para la liturgia diaria y las prácticas
devocionales. El impulso creativo era tan fuerte que podía
resistir incluso los movimientos reformistas más
extremistas (protestantes o católicos) del siglo XVI, que
expresaban temor al exceso de sensualidad y a la
distracción espiritual, temas tratados por san
Agustín en relación con el arte musical. Pero
las nuevas demandas seglares de la sociedad
renacentista ensancharon de forma significativa las fronteras
para los músicos de la época. El lugar que ocupaban
desde épocas remotas como parte esencial de las ceremonias
se vio acentuado por las nuevas costumbres escénicas que
adoptaron las cortes renacentistas, ninguna de las cuales
podía permitirse prescindir de un grupo de cantantes e
instrumentistas profesionales; los grandes entretenimientos
teatrales conocidos como intermedios así lo atestiguan.
También lo certifica la presencia emergente del cortesano
como una figura educada y de gusto refinado que aseguraba un
lugar fundamental a la música vocal y de danza en el
entretenimiento de la nobleza, utilizando las artes para
articular y mostrar la cohesión y distinción social
de una elite. Ejemplo de ello es el manual de buenas
maneras de Baldassare Castiglione, El cortesano (1528). Entre
tanto, las clases mercantiles burguesas crearon un nuevo mercado que
demandaba música vocal e instrumental de consumo
popular.

Todo ello tuvo un efecto significativo sobre el mercado laboral
así como en la determinación del rango
artístico del músico de talento, quien cada vez
más fue capaz de reclamar una posición social y
económica, y con ello ascender por encima de la clase de
los artesanos manuales.
Compositores como Des Prez o, más tarde, Adrian Willaert
(maestro de capilla en San Marcos de Venecia desde 1527 hasta
1562) se convirtieron en "dioses de la música". Sorprende
la creciente movilidad de los músicos (así como de
otros artistas) en esta época, ya que los compositores e
intérpretes sacaron partido de las rutas comerciales y de
las alianzas políticas
para afianzar sus carreras. El distinguido madrigalista Luca
Marenzio fue uno de los numerosos compositores que viajaron desde
Italia a Polonia, mientras que muchos compositores
españoles y portugueses se establecieron en el Nuevo
Mundo. Es más, el invento de la imprenta musical a manos
de Ottaviano dei Petrucci alrededor de 1500 y los avances
técnicos subsiguientes, como el método de
impresión de ejemplares desarrollado por Pierre Attaignant
en París a mediados de 1520, supusieron un método
barato y efectivo de difundir la música con fines
lucrativos. Resultado de ello es el nacimiento de una industria
musical masiva, con grandes imprentas en París, Venecia
(Antonio Gardano y Girolamo Scotto), Amberes (la dinastía
Phalèse) y, más tarde, en Londres (Thomas East),
que crearon y definieron un mercado para sus productos. La
impresión cambió drásticamente las fronteras
intelectuales y geográficas, cosa que en gran medida se
debió al hecho de que permitía la
transmisión fiable de los textos originales a una escala
nunca antes posible dentro de la tradición del
manuscrito.

NUEVOS
GÉNEROS

El cambio también fue evidente en el terreno de
la música, tanto por la emergencia del lenguaje musical
internacional de la polifonía imitativa, cuyo pionero fue
Josquin des Prez, como por los géneros que definían
las actividades de los músicos de la época:
géneros litúrgicos, motetes, canciones sobre textos
en lenguas vernáculas (los madrigales italianos e
ingleses, las chansons francesas, el Lied alemán, el
villancico español) y música para uno o más
instrumentos (laúd, clavicémbalo, flautas dulces,
violas) tanto en las formas abstractas como en las de danza. Dichos
géneros interactuaban de formas muy complejas. Ejemplo de
ello son las llamadas misas de parodia que reelaboraban partes
musicales sagradas, profanas e incluso instrumentales ya
existentes. Pero, al mismo tiempo, todos estos géneros y
sus estilos asociados evolucionaron de forma diferente, siguiendo
caminos separados aunque relacionados a medida que los
compositores utilizaban el poder de la imprenta para conservar y
comprender su pasado y así crear un futuro
propio.

Este potencial divulgativo trajo consigo la
estandarización y codificación de los estilos y
géneros musicales. Pero los compositores que no eran
capaces o no deseaban someterse a este proceso
aún podían confiar en el gusto refinado de ciertos
mecenas, que a su vez requerían unos estilos musicales
distintivos sólo aptos para iniciados. Los conceptos de
musica reservata, aplicado a una determinada corriente musical
(por ejemplo, la tremendamente expresiva Lagrime di San Pietro,
escrita para el duque de Baviera por Orlando di Lasso), y musica
segreta (secreta), acuñado por los intérpretes
virtuosos de la corte del duque Alfonso II d’ Este en
Ferrara, son ejemplos muy representativos de una forma de
componer que iba más allá de las formas
convencionales.

Incluso dentro del amplio contexto internacional, las
diferentes variantes reflejan unas circunstancias regionales
específicas; comparemos en la segunda mitad del siglo XVI
la serena polifonía equilibrada del italiano Giovanni da
Palestrina, con la sensualidad mística del español
Tomás Luis de Victoria o con el esplendor ceremonial de
los venecianos Andrea y Giovanni Gabrieli. Dichas variantes se
hicieron más significativas a medida que avanzamos hacia
el norte de los Alpes. William Byrd en Inglaterra se
asoció con el italiano Alfonso Ferrabosco el Viejo y con
el alemán Heinrich Schütz, y estudió en
Venecia tanto con Gabrieli como, posteriormente, con Claudio
Monteverdi. Pero sus respectivos estilos poseen un cierto regusto
local. De hecho, Inglaterra quedó aislada de la corriente
principal europea tanto por motivos religiosos como
geográficos. Esto dio lugar a la aparición de unos
estilos y géneros exclusivos de ese país: la
antífona versada (anthem), el madrigal inglés y el
aria para laúd.

CAMBIOS
ESTILÍSTICOS

Parece ingenuo esperar que todas las artes en todos los
lugares se movieran al unísono en el mismo sentido, si
bien los defensores del Zeitgeist (el espíritu del tiempo)
defendieran como elemento determinante de la actividad cultural
humana estas comparaciones cronológicas,
geográficas e interdisciplinarias. En Italia, las
presiones revisionistas del Concilio de Trento y de la
Contrarreforma, a la que la iglesia católica consideraba
una respuesta efectiva al desafío del protestantismo, dio
como resultado el ascenso de las obras de Palestrina al rango de
canónicas. Por otra parte, la creciente demanda de que
la música expresara e hiciera aflorar las pasiones del
alma humana atenuaron el equilibrio clásico propio del
estilo renacentista. El intenso cromatismo erótico de los
madrigales de finales del siglo XVI —por ejemplo las obras
de Carlo Gesualdo, como "Dolcissima Mia Vita"— puede poseer
impecables credenciales humanistas, pero indica un estilo que se
desmorona bajo la exigencia de una mayor emotividad. Tanto si uno
trata o no dichas tendencias manieristas como indicativos de un
nuevo periodo estilístico, como si se las considera una
tendencia finisecular del renacimiento, los valores
estaban cambiando.

La polifonía imitativa del renacimiento
sufrió un nuevo golpe con la aparición en Florencia
de un nuevo estilo declamatorio, más expresivo y
dramático, para voz solista y bajo continuo. Ejemplo de
ello son las canciones Le nuove musiche (1602), de Giulio
Caccini, y la primera ópera completa que ha llegado hasta
nuestros días, Euridice (1600), de Jacopo Peri. Los
florentinos pensaban reformar un estilo contrapuntístico
considerado por definición incapaz de expresar un texto y hacer
aflorar las emociones.
Generalmente solían invocar el modelo de la tragedia
griega para justificar sus nuevos experimentos. Resulta
irónico y característico de esta época
compleja que una actividad tan unida a la esencia del
renacimiento como el volver la mirada a la antigüedad
clásica, haya llevado de forma tan directa a la
destrucción del estilo musical renacentista y a la
aparición de técnicas que, correcta o
incorrectamente, suelen definirse como rasgos del barroco por su
alcance e intenciones.

Pero si tomamos en cuenta los estilos improvisativos y
las prácticas interpretativas del siglo XVI
(canción solista, combinaciones ad hoc de voces e
instrumentos y ornamentos virtuosos no escritos, entre otras), la
nueva música florentina y el recitativo operístico
tienen unas raíces evidentes tanto en el pasado reciente
como en el lejano. Quizá se podría decir lo mismo
del más importante compositor de la época, Claudio
Monteverdi. El introito de las Vísperas (1610), "Deus in
adjutorium", parece totalmente barroco en su esplendor sonoro,
sus fuertes ritmos y la vibrante mezcla de voces e instrumentos.
Pero, también aquí, las técnicas
renacentistas (entre ellas, la organización en torno a un cantus firmus) y
las prácticas interpretativas encuentran su
reflejo.

Neoclasicismo, estilo artístico que se
desarrolló especialmente en la arquitectura y las artes
decorativas; floreció en Europa y Estados Unidos
aproximadamente desde el año 1750 hasta comienzos de 1800
y se inspiró en las formas grecorromanas. Más que
un resurgimiento de las formas antiguas, el neoclasicismo
relaciona hechos del pasado con los acontecidos en su propio
tiempo. Los artistas neoclásicos fueron los primeros que
intentaron reemplazar la sensualidad y la trivialidad del
rococó por un estilo lógico, de tono solemne y
austero. Cuando los movimientos revolucionarios establecieron
repúblicas en Francia y en América del Norte, los
nuevos gobiernos republicanos adoptaron el neoclasicismo como
estilo oficial porque relacionaban la democracia con
la antigua Grecia y la República romana. Más tarde,
cuando Napoleón I subió al poder en
Francia, este estilo se modificó para servir a sus
necesidades propagandísticas. Con el nacimiento del
movimiento romántico (véase Romanticismo) la
prioridad por la expresión personal sustituyó al
arte basado en valores
ideales.

GÉNESIS DEL
ARTE NEOCLÁSICO

El estilo neoclásico se desarrolló tomando
como punto de referencia la excavación en Italia de las
ruinas de las ciudades romanas de Herculano en 1738 y de Pompeya
en 1748, la publicación de libros tales como
Antigüedades de Atenas (1762) de los arqueólogos
ingleses James Stuart y Nicholas Revett y la llegada de la
colección Elgin a Londres en 1806. Ensalzando la noble
simplicidad y el gran sosiego del estilo grecorromano, el
historiador alemán Johann Winckelmann instó a los
artistas a estudiar y a imitar su eternidad y sus formas ideales.
Sus ideas encontraron una entusiasta acogida dentro del
círculo de artistas reunidos en torno a él en el
año 1760 en Roma.

ARQUITECTURA

Antes de que se realizaran los descubrimientos de
Herculano, Pompeya y Atenas, el único punto de referencia
conocido de la arquitectura romana era el proporcionado por los
grabados de edificios de arquitectura clásica romana
realizados por el artista italiano Giovanni Battista Piranesi.
Los nuevos hallazgos arqueológicos encontrados
proporcionaron el vocabulario de la arquitectura formal
clásica y los arquitectos empezaron a inclinarse por un
estilo basado en modelos grecorromanos.

El trabajo del arquitecto y diseñador
escocés Robert Adam, que en la década de 1750 y
1760 diseñó varias casas de campo inglesas (entre
las cuales destacan la casa Sion, 1762-1769 y Osterley Park
1761-1780), le convierten en el introductor del estilo
neoclásico en Gran Bretaña. El estilo Adam, tal y
como se le conoce, evoca el rococó por su énfasis
en la ornamentación de fachadas y un refinamiento a gran
escala, incluso al adoptar los motivos de la
antigüedad.

En Francia, Claude Nicholas Ledoux diseñó
un pabellón (1771) para la condesa du Barry en
Louveciennes y una serie de puertas para la ciudad de
París (1785-1789). Ambos casos ejemplifican la fase
inicial de la arquitectura neoclásica francesa; sin
embargo, sus obras más tardías comprendían
proyectos (que
nunca se llegaron a ejecutar) para una ciudad ideal en la cual
los edificios quedaban reducidos, con frecuencia, a formas
geométricas desornamentadas. Después de que
Napoleón fuese nombrado emperador en el
año 1804, sus arquitectos oficiales, Charles Percier y
Pierre François Fontaine, trabajaron para llevar a cabo su
deseo de transformar París en la capital
más importante de Europa imitando el estilo opulento de la
arquitectura imperial romana. La arquitectura de estilo imperio
se ejemplifica en construcciones como el arco de triunfo del
Carrousel del Louvre, diseñado por Percier y por Fontaine,
y los campos Elíseos, diseñados por Fontaine; ambos
trabajos, iniciados en el año 1806 se encontraban lejos
del espíritu de la obra visionaria de Ledoux.

Ejemplos de arquitectura inglesa inspirada en los
modelos griegos son el Banco de
Inglaterra de John Soane así como el pórtico del
Museo Británico por Robert Smirke. El neogriego fue
sustituido por el estilo regencia, cuyos ejemplos
arquitectónicos más notables son las fachadas de
Regent Street en Londres, diseñadas por John Nash y
comenzadas en el año 1812, y el Royal Pavilion en Brighton
(1815-1823). La arquitectura neoclásica de Edimburgo,
Escocia, representa la vertiente más pura, por lo que la
ciudad se ganó el nombre de la Atenas del Norte. De otra
parte, la arquitectura neoclásica en Berlín
está representada por el Teatro Real obra del
alemán Karl Friedrich Schinkel (1819-1821).

En Estados Unidos se
desarrolló una variante del neoclasicismo, el estilo
federal, que surgió entre 1780 y 1820. Inspirada en la
obra de Robert Adam, el arquitecto Charles Bulfinch realiza la
Massachusetts State House en Boston terminada en el año
1798. El modelo para el edificio del Capitolio de Thomas
Jefferson en Richmond, Virginia (1785-1789), fue el templo romano
del siglo I la Maison-Carrée en Nimes, Francia. Por medio
de lecturas y de viajes, Jefferson realizó un profundo
estudio de la arquitectura romana, aplicó sus
conocimientos a los diseños de su propia casa en
Monticello, a los del campus de la Universidad de
Virginia y contribuyó en los proyectos preliminares de la
nueva capital
Washington D.C. Sus obras ejemplifican el estilo
neoclásico en Estados Unidos.

El estilo neogriego, basado en los templos del siglo V e
inspirado en los mármoles de Elgin, floreció
durante la primera mitad del siglo XIX en Estados Unidos. Ambos
estilos, el federal y el neogriego, ayudaron a definir el estilo
propio de la arquitectura estadounidense.

Las figuras más representativas de la
arquitectura neoclásica española fueron, entre
otros, Ventura Rodríguez (palacio de los duques de Liria),
el italiano Sabatini, autor de la Puerta de Alcalá en
Madrid, y Juan de Villanueva, que hizo el Museo del Prado de
Madrid.

Al igual que en España, el neoclasicismo en
Hispanoamérica también estuvo dirigido por las
Academias. Entre los edificios más representativos
destacan la Casa de la Moneda en Santiago de Chile, el
palacio de la Minería y
la fábrica de cigarros en México, y la iglesia de
San Francisco en Cali, Colombia.

PINTURA

La pintura neoclásica se centró en Roma,
donde muchos pintores expatriados se agruparon en torno a la
figura del historiador alemán Johann Winckelmann. Su
círculo incluía al pintor bohemio Anton Raphael
Mengs, el escocés Gavin Hamilton y el estadounidense
Benjamin West. El Parnaso de Mengs (1761) un fresco pintado para
la villa Albani en Roma, fue diseñado especialmente por
consejo de Winckelmann. A diferencia de las típicas
composiciones de frescos del barroco o del rococó, su
composición es simple: sólo unas pocas figuras, en
total calma, con poses semejantes a las de estatuas antiguas.
Entre 1760 y 1765, Hamilton, quien fue también
arqueólogo y marchante, completó cinco cuadros
basados en modelos de la escultura antigua e inspirados en
la Iliada de
Homero. West
trabajó en Roma desde 1760 a 1763. Para alguna de sus
obras como Agripina desembarcando en Brundidium con las cenizas
de Germánico (1768, Yale University Art Gallery, New
Haven, Connecticut) se inspiró en su experiencia en Roma.
Solemne y austero en cuanto al tratamiento y al tema, reproduce
sin embargo con sumo detalle los motivos
arqueológicos.

Las mismas tendencias se hacen patentes en la obra
temprana del pintor francés Jacques-Louis David, uno de
los máximos exponentes de la pintura neoclásica. Su
Juramento de los Horacios (1784-1785, Louvre, París)
exalta el tema del patriotismo estoico. El cuadro
neoclásico concebido como espacio arquitectónico y
el friso como cita de figuras, reflejan la preocupación
neoclásica de composición lógica
y clara. Los perfiles definidos y una luz dura proporcionan a
estas figuras la cualidad de estatuas. Los trabajos realizados
por David, encargados por Napoleón, como la
Coronación de Napoleón y Josefina (1805-1807,
Louvre) están muy alejados del esplendor y del poder que
emanaba la ceremonia.

A comienzos de la década de 1790 los artistas
empezaron a pintar imitando las siluetas representadas en la
cerámica griega. El exponente más
destacado de esta manifestación fue el inglés John
Flaxman, cuyos grabados de líneas simples, para las
ediciones de la Iliada y
la Odisea de
Homero
sustituían la perspectiva tradicional, la luz y el
modelado, por diseños de líneas puras. Uno de los
alumnos más aventajados de David, heredero de su
trayectoria e intérprete de la tradición
clásica fue Jean August Dominique Ingres que adoptó
la doble dimensionalidad de la obra de Flaxman, tal y como puede
apreciarse en su obra Los embajadores de Agamenón (1801,
Escuela de Bellas Artes, París).

En España destacan los pintores
neoclásicos José de Madrazo, con La muerte de
Viriato (c. 1808, Museo del Padro, Madrid), José Aparicio
(1773-1838) y Juan Antonio Ribera (1779-1860), uno de los pocos
artistas davidianos españoles autor del célebre
cuadro Cincinato abandona la labranza para dictar leyes en Roma
(Museo de Cáceres).

ESCULTURA

Dado que la escultura en Europa ha estado muy influida
por las formas clásicas desde el renacimiento, los
principios neoclásicos han sufrido menor impacto que en
otras manifestaciones artísticas. En general, los
escultores neoclásicos tienden a plasmar poses
contorsionadas en mármoles de colores
característicos del último barroco o del
rococó, preferentemente contornos limpios, una reposada
actitud y
formas idealizadas ejecutadas en mármol blanco.

Los primeros ejemplos de escultura neoclásica
fueron realizados por artistas en contacto directo con el
círculo de Winckelman en Roma. Entre otros escultores
hemos de citar a John Tobias Sergel, quien de regreso a su Suecia
natal llevó el nuevo estilo al norte de Europa, y los
ingleses Thomas Banks y Joseph Nollekens quienes introdujeron el
estilo en su país. No obstante, la figura dominante en la
historia de la escultura neoclásica fue el italiano
Antonio Canova que se convirtió en miembro del
círculo de Roma en el año 1780; después de
haber abandonado el estilo barroco, buscó en el estilo
neoclásico la severidad y la pureza del arte antiguo.
Teseo y la muerte del minotauro (1781-1782) reflejan más
la calma de la victoria que la propia contienda; ésta fue
la primera obra de Canova en su nuevo estilo, y le
proporcionó fama inmediata.

A la muerte de Canova el artista danés Bertel
Thorvaldsen heredó su prestigiosa posición de
escultor en Europa. Sus múltiples encargos internacionales
permitieron mantener el estricto neoclasicismo como la corriente
dominante en la escultura hasta mediados del siglo XIX. El estilo
fue llevado a Estados Unidos por uno de sus amigos, Horatio
Greenough y continuado por Hiram Powers un artista estadounidense
que residió durante bastante tiempo en Italia, autor del
célebre Esclavo griego (1843) del cual se han realizado
numerosas réplicas.

ARTES DECORATIVAS

El estilo neoclásico se extendió
también a las artes decorativas. Alrededor del año
1760, Robert Adam realizó muebles con motivos
grecorromanos. Introducido en Francia, este estilo simple y
clásico empezó a ser conocido como estilo etrusco y
fue favorecido por la corte de Luis XV. Con adaptaciones
posteriores de diseño clásico, inspiradas en los
hallazgos arqueológicos, se desarrolló como un
estilo elegante conocido como Luis XVI, propiciado por la familia
real durante la década de 1780. En cerámica, el estilo neoclásico lo
hallamos en la cerámica de Josiah Wedgwood en Inglaterra,
para la que Flaxman realizó muchos diseños, y en la
porcelana de Sèvres en Francia.

En la época de Napoleón I, las residencias
reales más antiguas fueron redecoradas para el uso
oficial, de acuerdo con los planes diseñados por Percier y
Fontaine: muebles, porcelanas, tapices, todo ello con
diseños y motivos grecorromanos. Interpretados como un
todo, los interiores definían el estilo imperio en las
artes decorativas que fueron muy pronto imitadas en toda
Europa.

Edinson Merino

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